Sábado, 16 de noviembre de 2013
La obra es producto de un trabajo de investigación sobre cuentos de Sara Gallardo. El espectáculo se despide mañana en Oeste Estudio Teatral, en el marco del Festival Escena.
Por Laura Rosso
Una mujer que tiene una cabeza de repuesto y un hombre que construye
un par de alas. Imágenes que se desprenden de los cuentos de Sara
Gallardo y que funcionaron como ejes para trabajar la dramaturgia de
Todo lo demás no importa. Su directora, Andrea Chacón Alvarez, se valió
de esos mecanismos y los trasladó a la puesta en escena de esta obra que
lleva por subtítulo Variaciones sobre textos de Sara Gallardo. “A
medida que avanzaban los ensayos –cuenta Chacón Alvarez– fuimos
entendiendo que los textos podían trabajarse como partes de un sistema,
como pequeñas piezas, como partes de un conjunto que hasta el momento
desconocíamos. Empezamos a preguntarnos qué es un objeto mecánico, y así
fue como empezaron a aparecer los juguetes a cuerda y luego el eje
“mecanismos” se trasladó a toda la puesta.
Noelia Antelo, una de las actrices, tiene una colección increíble de
juguetes a cuerda, y cada ensayo traía alguno. “Pensamos la
trasposición desde procedimientos musicales, tomamos una imagen presente
en los cuentos, un eje, y lo variamos para encontrar enlaces entre los
relatos.” Era el año 2007 cuando Andrea leyó El país del humo, y
enseguida pensó que podía ser un material interesante para trabajar.
Algo de esa comunión secreta entre escritora y lectora creó la atmósfera
necesaria para bucear en la obra de Gallardo. Le pareció acertado
pensar en “variaciones” porque de alguna manera dan cuenta del proceso
de investigación que atravesaron, pero, al mismo tiempo, buscaron
variaciones dentro de los propios cuentos. “Hay algo que está pensado
desde lo sonoro –continúa Chacón–, nos preguntábamos cómo trasponer ese
ritmo que propone Sara Gallardo en estos textos, ese ritmo que
percibíamos en nuestras lecturas individuales y que necesitaba una forma
precisa para que las actrices pudieran sostenerlo físicamente.” Noelia
Antelo y Magalí Fugini son quienes les ponen cuerpo y voces a estas
historias. Ambas se formaron con Graciela Camino y participaron en los
comienzos de Oeste Estudio Teatral, la sala que albergó la obra, y que
mañana se despide en el marco del Festival Escena. “Hay algo del
entrenamiento que propone Graciela que me es muy cercano –define Chacón–
y que compartimos con las actrices; la intensidad, el humor, cierta
actitud activista tanto en las obras como en la dinámica de trabajo. Son
actrices que no necesitan la mirada permanente del director, proponen,
crean y también producen solas. Las dos son del tipo todoterreno,
dúctiles y sensibles.”
En la obra, sus personajes no tienen un nombre determinado. Por un
lado, las distingue el modo en que se dejan atravesar por el amor,
diferente en cada una de ellas. Por otro, las acerca la urgencia por
contar aquello que vieron, la necesidad de compartir eso que escucharon,
contarlo e inventarlo cada vez. “En la mayoría de mis trabajos los
personajes no tienen nombre”, revela la directora. “En algunos casos
funcionan como alegorías o irrumpen en la escena para dar cuenta de una
atmósfera determinada. Además, en general no necesitan nombrarse entre
sí. Por otro lado, siento que llego a eso porque no trabajo con puestas
naturalistas, el mismo procedimiento de montaje me lleva a pensar los
personajes de esa forma.” Chacón Alvarez trabaja la dramaturgia en los
ensayos, y tanto la estructura como la reescritura terminan de definirse
cuando escucha correr el texto: necesita ver cómo suena.
Trabajar imágenes tan potentes como las que se disparan de los
textos de Sara Gallardo y hacerlo de una manera tan poética y en un
formato diferente y breve fue lo que estimuló a Chacón Alvarez a la hora
de construir la dramaturgia de esta pieza. “El lenguaje que utiliza
Sara es intenso y austero. Desarrollar una imagen potente en forma breve
requiere mucha precisión. Los mecanismos internos de estos textos,
tienden a una máxima condensación y economía. Me interesa ese carácter
de la microficción que la lleva a escaparse de los géneros: puede tener
un discurso lírico, puede relatar un hecho puntual, se emparienta con
los poemas en prosa, puede establecer preguntas, puede visitar lo
fantástico. Ella hacía esto mucho antes de que se instalara el interés
por la microficción y eso me parece extraordinario.”
Chacón Alvarez cuenta que Sara Gallardo pasó su infancia luchando
contra el asma y, durante la noche, sola en la cama, creaba historias o
recordaba otras que había oído. “Pensé que teníamos que rescatar eso,
esa huella singular que se revelaba en las lecturas. Así fue como empezó
a manifestarse otro de los ejes: el que aprende a contar nunca está
solo. Contarse para ahuyentar el miedo, para atraer el sueño, para
comprender cosas. Hay un contarse que es el que nos ayuda a encontrar
sentido.” Hace unos años, la directora le escuchó decir a Marco Antonio
de la Parra que el olvido es creativo porque nadie cuenta un recuerdo
dos veces de la misma manera. “Los relatos, en cierto modo, están hechos
con la materia del recuerdo”, concluye.