domingo, 1 de diciembre de 2013

El universo de Sara Gallardo











Por Susana Freire

Nuestra opinión: muy buena 
 
Muy merecido este recuerdo de Sara Gallardo que Andrea Chacón Álvarez lleva a escena con Todo lo demás no importa, obra basada sobre los cuentos de El país del humo.
Sobre el escenario se percibe el mundo literario de la autora con sus paisajes campestres y sus personajes rescatados de la memoria familiar. En ese universo imaginario es fácil reconocer la pluma imaginativa de la autora, que se expresa con total libertad para volcar toda su rebeldía contra los esquemas lógicos de la poética imperante.
Gallardo perteneció a la generación de escritoras de la década del 50 y 60, junto con Elvira Orphée, Silvina Bullrich, Martha Lynch y Beatriz Guido, entre otras. Su obra (Los galgos, los galgos; Eisejuaz...) incorpora elementos del realismo mágico sudamericano. Así circulan por la escena el hombre de la araucaria que tardó 20 años en construirse un par de alas para volar sobre la plaza San Martín; la mujer armenia de Comodoro Rivadavia que tenía una cabeza de repuesto; la enamorada de López, el que dibuja caballos; los caballos mismos: Washington, el que cantaba, Lincoln, el tenaz y laborioso, y Napoleón, el que adivinaba; la carrera a Chapadmalal, que se arma cada medianoche sin Luna y, según dicen, que solamente los de alma pura pueden verla; la vieja Elvira, para quien "el mundo era como un paisaje que se refleja sobre un agua de oro".
Esta galería de personajes cobra vida en la interpretación de Noelia Antelo y Magalí Fugini, que componen con interesantes matices a dos adolescentes, con un vestuario apropiado, que van recreando en las horas sin juegos sus propios recuerdos, alimentados por las narraciones oídas en tertulias familiares.
Todo se desarrolla en un marco ideal, concebido con originalidad y creatividad por Andrea Chacón Álvarez. En una pequeña sala que favorece la intimidad, el diseño escénico cuenta con alguna utilería multifuncional, y se recrea una atmósfera feérica gracias al aporte de los juegos de la luz, que se manifiesta en todas sus posibilidades, y con el uso de miniaturas que ilustran y redimensionan las narraciones.
Un justo reconocimiento a una voz literaria que se hallaba en el olvido..

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