Domingo 29 de septiembre de 2013
Por Susana Freire
Nuestra opinión: muy buena
Muy merecido este recuerdo de Sara Gallardo que Andrea
Chacón Álvarez lleva a escena con Todo lo demás no importa, obra basada
sobre los cuentos de El país del humo.
Sobre el escenario se percibe el mundo literario de la
autora con sus paisajes campestres y sus personajes rescatados de la
memoria familiar. En ese universo imaginario es fácil reconocer la pluma imaginativa de la autora, que
se expresa con total libertad para volcar toda su rebeldía contra los
esquemas lógicos de la poética imperante.
Gallardo perteneció a la generación de escritoras de la
década del 50 y 60, junto con Elvira Orphée, Silvina Bullrich, Martha
Lynch y Beatriz Guido, entre otras. Su obra (Los galgos, los galgos;
Eisejuaz...) incorpora elementos del realismo mágico sudamericano. Así
circulan por la escena el hombre de la araucaria que tardó 20 años en
construirse un par de alas para volar sobre la plaza San Martín; la
mujer armenia de Comodoro Rivadavia que tenía una cabeza de repuesto; la
enamorada de López, el que dibuja caballos; los caballos mismos:
Washington, el que cantaba, Lincoln, el tenaz y laborioso, y Napoleón,
el que adivinaba; la carrera a Chapadmalal, que se arma cada medianoche
sin Luna y, según dicen, que solamente los de alma pura pueden verla; la
vieja Elvira, para quien "el mundo era como un paisaje que se refleja
sobre un agua de oro".
Esta galería de personajes cobra vida en la
interpretación de Noelia Antelo y Magalí Fugini, que componen con
interesantes matices a dos adolescentes, con un vestuario apropiado, que
van recreando en las horas sin juegos sus propios recuerdos,
alimentados por las narraciones oídas en tertulias familiares.
Todo se desarrolla en un marco ideal, concebido con
originalidad y creatividad por Andrea Chacón Álvarez. En una pequeña
sala que favorece la intimidad, el diseño escénico cuenta con alguna
utilería multifuncional, y se recrea una atmósfera feérica gracias al
aporte de los juegos de la luz, que se manifiesta en todas sus
posibilidades, y con el uso de miniaturas que ilustran y redimensionan
las narraciones.
Un justo reconocimiento a una voz literaria que se hallaba en el olvido..
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