Todo lo demás no importa celebra el relato como modo de encuentro con el
otro, basada en cuentos de El país del humo, de la escritora Sara
Gallardo, entre juguetes a cuerda, luces y música.
Por Carolina Selicki Acevedo
“El
que aprende a contar nunca está solo”, nos advierten ellas desde el
comienzo. Y, canción mediante, nos invitan a sumirnos en los universos
que desplegarán delante de nuestros ojos. Parecen ser primas. De esas
que se confiesan secretos o comparten historias a la hora de la siesta o
cuando desaparecen las últimas luces. Pero en ellas se puede reconocer a
todos los que disfrutan del narrar (ya sea historias inventadas o
reales). Pensemos en los abuelos, los padres o una tía. Siempre hay uno
al que le gusta encantarnos con su arte. Y para narrar se necesita de un
otro, real o imaginario, dispuesto a escuchar. Entonces, siguiendo la
atmósfera calma, nos dejamos llevar. Todo lo demás no importa, está
basada en cuentos de El país del humo, de la escritora argentina Sara
Gallardo (1931-1988), reunidos junto a otras prosas cortas en Narrativa
breve completa (Emecé), hace unos años. El recorrido, variaciones
mediante, abarca “El hombre de la araucaria”, “Un secreto”, “Fases de la
luna”, “La carrera de Chapadmalal”, “Ese”, “Reflejo sobre el agua”,
“Las treinta y tres mujeres del Emperador Piedra Azul” y “La casta del
sol”. En un principio la idea fue representarlos en un ciclo de
monólogos, pero luego de que el proyecto decayera, tanto la dramaturga y
directora Andrea Chacón Alvarez como las actrices Magalí Fugini y
Noelia Antelo se dieron cuenta de que había un sistema entre los cuentos
y decidieron adaptarlos al teatro. Después, Graciela Camino las invitó a
representarla en Oeste Estudio Teatral.
“Principalmente a partir de los dos primeros cuentos pensamos en los
mecanismos en común y ese eje se trasladó a todo, a la puesta en escena
y a la interpretación. A ello sumamos juguetes a cuerda de la colección
hermosa que tiene Noe. Así apareció la idea del Kamishibai “drama de
papel”, una forma de contar historias que se originó en los templos
budistas de Japón en el siglo XII, donde los monjes utilizaban emaki
–pergaminos que combinan imágenes con texto–, luego quedó de lado, para
jugar con la iluminación de los objetos, y en eso nos ayudaron Verónica
Alcoba y Fernando Chacoma. Además, en el momento de los ensayos estaba
la muestra del artista Boltanski, que nos influyó”, explica la
directora. En la puesta se destaca la sutileza –casi como un mecanismo
de relojería– con que las actrices narran a la par que direccionan las
luces y los sonidos. Sus manos también nos hablan. Sus cuerpos son
microescenarios. Unos pocos elementos en la escena, junto a juguetes a
cuerda, sirven para mutar, gracias a la aplicación de una luz directa o
intermedia.
La sala elegida da un marco de intimidad. Tal vez el mayor desafío
que plantea la puesta es cómo representar la multiplicidad de universos
evocados en cada cuento. Para ello, Andrea reconoce que “primero debemos
verlos nosotras, para luego poder representarlos o abrir a otras
interpretaciones de parte del público. La propia estructura genera una
secuencia rítmica al pasarlo por el cuerpo, pero el reto está en cómo
sostenerlo físicamente. Es importante también la austeridad en relatos
de esta extensión y en cómo trasladar su procedimiento de escritura a la
escena”. Al contar también evocan un recuerdo y ese recuerdo puede
disparar otros en el espectador.
Las dos actrices dan voz y cuerpo a las
historias de personajes femeninos fuertes, pero donde los hombres no
dejan de estar presentes, para ser amados, para ser anhelados o,
incluso, contemplados. El contrapunto entre campo y ciudad está presente
en casi todos, primando la naturaleza y los caballos, como animal que
nos conduce al galope de historia en historia. Sara Gallardo, pese a su
origen familiar citadino e ilustre, supo plasmar como pocas las voces
del otro lado de la ciudad, incluso las más acalladas. La autora que en
los últimos años volvió a ser leída –la labor de Piglia ha sido
importante en este punto– invita a inspirarnos, a celebrar la palabra al
calor de una buena compañía. “Aquí la línea del silencio, el rastrillo
del sol, los picos de la noche/pisadas, huellas, marcas de pies/todo
está entre estos pasos/el sí/ el no/ el ahora/el nunca.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario